miércoles, 4 de marzo de 2009

Un gran paso

A mediados de Enero del año pasado tuve la necesidad de tomar una semana de “descanso” en mi trabajo con el fin de preparar y presentar mi tesis para sacar mi título como Publicista Gráfico, el cual, como era de esperarme, no me fue nada fácil. Según mi cronograma, el elaborar mi tesis no me tomaría más de cuatro días y los días restantes de mi “descanso” viajaría a mi querido Jeque para relajarme, recuperar energías y luego volver al trabajo. Pero no salió como lo esperaba, incluso tuve que pedir una semana más, la cual también me quedo corta. En el trabajo ni los clientes ni mi jefe se esperaban con que iba a estar ausente por casi medio mes; algunos de los clientes, muy a mi pesar, se enfadaron conmigo ya que en sus planes no estaba el que me ausentara tanto, aunque con el pasar de los días olvidaron su enfado y me “perdonaron” por así decirlo, salvo uno que hasta la fecha está resentido conmigo pues tenía su motivo, era la edición de una revista completa.
Luego de regresar a mi centro de labores y después de unos días de ponerme al corriente con los trabajos y clientes, justo para mi cumpleaños, mi compañero más querido en el trabajo, mi “hermano”, me dio un gran obsequio que hasta ahora no olvido, un gran consejo, aunque él siempre me aconsejaba éste, en especial, me ayudó y sirvió bastante.
Ese día, como era de esperar, mis amigos y diversos clientes de la empresa me saludaron, no pudiendo faltar el saludo de mi hermano; poco antes del medio día, aprovechando que ya no había clientes, me acerqué al escritorio de mi “hermano” y le conté todo los por menores de la bendita tesis: de cómo me había costado volver a coger los libros y esa experiencia de estar frente al jurado respondiendo interrogantes acerca de la tesis; él se quedó pensado un rato y luego de unos segundos me preguntó:”¿no te has planteado volver a estudiar y especializarte en publicidad, que es lo que a ti te gusta?”.
Dicen que en algunos casos nunca te planteas algo hasta que alguien más te lo propone. El hecho de volver a tener esas amanecidas, corriendo de un lado a otro buscando a un docente para que te aclare un tema que no entiendes, la nostalgia de estar en una carpeta o la tensión de un examen o una exposición y, más aún, la satisfacción de haber aprobado un curso, hizo que pensara en volver a las aulas a concluir lo empezado y especializarme.
Le respondí a mi hermano que nunca había pensado en esa posibilidad, que a lo mucho era llevar un taller o ingresar en un sitio donde me enseñen a dominar los programas, pero de allí no más. Fue entonces que me dio el mejor regalo que pude recibir, me dijo: “En ocasiones es necesario retroceder un escalón para tomar impulso y llegar así a la cima”.
Después de dos semanas de pensarlo bien y hablar en casa para que me apoyen económicamente con las pensiones de la universidad, pues lo que tenía ahorrado no me alcanzaría, conversé con mi jefe y con mucho pesar le comuniqué que sólo trabajaría con él hasta fines de febrero, o sea, dos semanas más. Los días siguientes pasaron en un abrir y cerrar de ojos, dejé todo en orden para que después no tuvieran la necesidad de llamarme a casa preguntando por algo. El último día no lo olvidaré, pues de sólo imaginar que ya no volvería como un trabajador, sino como un visitante, me hacía pensar si lo que estaba haciendo estaba bien; dicen que la primera vez nunca se olvida (en el buen sentido de la expresión) y es que aquella era, para mí, la primera vez que salía de un trabajo, ya que ese fue mi primer centro de labores.
Cuando me despedí de mis “compañeros de trabajo” vino a mi mente como 13 meses antes había llegado a ese lugar con mi curriculum bajo el brazo y después de una espera de casi 3 horas salí con una sonrisa de oreja a oreja; del último que me despedí fue de mi “hermano”, le agradecí por todo lo que me enseñó y por la paciencia que tuvo conmigo hasta de ser en lo que se había convertido, en mi “hermano”, el me despidió como cualquier día, puesto que sólo era un hasta luego y podía volver en cualquier momento ya que siempre me recibirían con los brazos abiertos; me di la vuelta, unas lágrimas resbalaron por mis mejillas y cruce esa puerta sabiendo que ya nada sería lo mismo.
Hoy, un año después de dejar la empresa y estar próximo a empezar el tercer ciclo en la universidad, me vuelvo a preguntar si estuvo bien lo que hice, el dejar todo lo que había construido, pero me viene a la mente el regalo de mi “hermano” y yo mismo me digo: “Sólo he retrocedido un escalón, para tomar ese impulso que me permita llegar a la cima”.

Aunque ya han pasado más de un año
siempre los recuerdo, ya que Filmart se convirtió
en mi segundo hogar
(todos mis compañeros de trabajo, incluyendo mi hermano, y sus respectivas chapas)

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